¿Quién vive?: ¡La Patria!, respondió el héroe de los gauchos
Como Güemes no podía ser derrotado de manera frontal, sus enemigos aprovecharon una de sus tantas salidas a la campaña y fraguando una elección lo depusieron del cargo de gobernador intendente de Salta. Habiéndose enterado de tal grave situación, el caudillo regresó a su ciudad y restableció el orden. Enterado de las luchas internas que sufría nuestro héroe y pensando que Salta se encontraba en un momento de debilidad política, el general español Olañeta envía un contingente militar a esa provincia para acabar con la vida de nuestro prócer.
Doscientos años de distancia nos separan de aquel fatídico día en que producto de una conspiración pergeñada por españoles de un lado y delatores del otro, que veían la oportunidad en derrocar al gran caudillo don Martín Miguel de Güemes del mando natural, legal y legítimo que ostentaba; vislumbraron la alternativa de que el héroe de los gauchos fuera muerto de manera artera.
Arribaron los realistas en horas de la noche, un 7 de junio de 1821. En su marcha se toparon con el ayudante de Güemes que había sido enviado para realizar una diligencia. Al grito de ¿quién vive? interpelaron a Mauricio Refojo: ¡la patria! respondió el salteño. Una descarga de fuego resonó en el silencio de la noche. Los ruidos alertaron a don Martín del peligro inminente que se acercaba, pensó quizá que todo aquello fuera un nuevo intento de sublevación. Montó en su caballo y escoltado por un grupo de sus gauchos salió de la casa de su hermana, la gran patriota y heroína Macacha Güemes. En su trayecto se cruza con otra partida y nuevamente se escucha en la noche la voz preventiva de… ¿quién vive?, y como un relámpago se escucha del otro lado: ¡La patria! respondió Güemes. Otra descarga nutrida de fuego hace dispersar al caudillo y sus gauchos. El combate se precipitaba.
Fue al siguiente encuentro nocturno en que el impacto de una bala traicionera logra ingresar por la espalda de Güemes. Lo que sigue es la extensa agonía del general patriota que yace en su lecho esperando la muerte. Prepara a sus hombres, entrega el mando al coronel Jorge Widt y los conmina a todos sus gauchos a no dejarse vencer, a no claudicar en la lucha de expulsar de la patria a los enemigos de nuestra nación.
Con respiración jadeante y sufriendo dolores inmensos Güemes habrá recordado quizá en aquellos momentos de tribulación a su querida esposa y sus hijos, sus primeros pasos por la milicia, su incorporación con tan sólo catorce años al regimiento fijo de infantería; su bautismo de fuego en 1806 conduciendo la carga de caballería contra el invasor inglés y asaltando con sus gauchos el buque británico Justina, que producto de una bajada de las aguas había quedado encallado y varado en el río. Recordaría también su apoyo decidido a la causa de la Revolución de Mayo. Pero fue su participación activa en la batalla de Suipacha —primer triunfo nacional— la que habría de posicionar al entonces capitán Güemes como un gran táctico, líder y conductor de aquellos temibles gauchos, terror de todas las formaciones militares españolas. Recordaría quizá también cada una de las invasiones realistas que contuvo con sus hombres adustos: La Serna, dos de Olañeta, Canterac y Ramírez, contribuyendo así con la defensa de nuestra soberanía.
No deberíamos olvidar y reconocer las gestiones de Güemes en el pacto de los Cerrillos permitiendo con este acuerdo la celebración del Congreso de Tucumán y su posterior declaración de la Independencia.
Sería bueno recordar una vez más la relación trascendental que nuestro Libertador general don José de San Martín mantuvo con el héroe que reivindicamos hoy, a doscientos años de su fallecimiento. Es una verdad histórica y debemos reconocer también que sin el general Güemes y sus gauchos el actual norte argentino y más allá se hubieran perdido. Y afirmar categóricamente que, sin el liderazgo de nuestro caudillo se hubiese dificultado seriamente la culminación gloriosa del plan continental sanmartiniano. La responsabilidad otorgada por San Martín en su nombramiento para la conducción y defensa del norte, demostró cabalmente la confianza y el reconocimiento que el Padre del Patria tenía de las cualidades personales y profesionales de nuestro homenajeado.
Su herida mortal fue urdida con la delación de aquellos que no tenían la mirada y los ojos con que Güemes amaba a la patria. Sólo así pudieron matarlo.
¿Cuál es la significación de su muerte para la Patria toda? Podríamos resumirla en los siguientes atributos: Güemes representa la integridad del soldado, la reciedumbre y la abnegación, el valor y la audacia, la intrepidez del hombre de fe que luchó por un ideal y por una causa nacional, y que no se arredró jamás ante los enemigos de la patria. En definitiva, el caudillo que a partir de su paso a la inmortalidad se constituyó como padre de esa Patria a la cual soñó y defendió, enarbolando la bandera de la libertad, de la defensa de nuestra soberanía e independencia nacional.
En síntesis, el general Martín Miguel de Güemes es también un modelo para la juventud argentina, que invita y atrae con sus valores y virtudes humanas a no desanimarse y a saber que cuando se tienen ideales y sueños por los cuales luchar, vale la pena sentirse orgulloso de ser ciudadano de nuestra patria.
Finalizando, podemos afirmar que nuestro prócer –reconocido hoy por ley héroe nacional— es un arquetipo militar que debemos imitar y presentar a las generaciones venideras como modelo de patriota, soldado y ciudadano.
Descanse tranquilo mi general, sabemos quien vive en usted: ¡LA PATRIA!
Teniente coronel Santiago Miguel Rospide, profesor de historia, especialista en historia militar contemporánea, miembro del Instituto Argentino de Historia Militar.
Sigamos Conectados